La ciencia tiene que ver con relaciones estables y probadas entre causas y efectos. Conocerlas nos permite construir puentes, viajar en aviones y curar muchas enfermedades. Lo anterior no evita catástrofes, pero sin la ciencia, máquinas voladoras, estructuras sobre precipicios y medicina serían imposibles.
En los últimos años hemos terminado convenciéndonos de que la crianza de los hijos y la educación de los alumnos son emprendimientos científicos en el mismo sentido que los anteriores: su éxito depende de un libreto producto de la investigación y las tecnologías que produce.
Pero en la crianza y la educación hay demasiadas variables. Además, contrariamente a puentes, aviones y medicamentos, que tienen objetivos claros, los que guían enseñanza y parentalidad, están sujetos a ideales, ideologías y valores. Volar de Lima a Trujillo puede tener que ver con los sentimientos de algunos pasajeros, sus sueños y urgencias, pero el avión se sustenta en el aire independientemente de ellos.
No ocurre los mismo cuando educamos y criamos. Obviamente la investigación en el desarrollo humano, la mente y el aprendizaje, orientan, abren horizontes y reformulan prácticas, pero no tienen la misma relación que la existente entre física, aviones y pilotaje.
Cuando se pierde de vista lo anterior, padres y maestros terminan siendo vistos como ignorantes e incapaces que deben criar y enseñar bajo la batuta de expertos o autoridades que saben lo que es bueno para ellos, sus hijos y alumnos. Y los que se creen lo de una educación o crianza científicas, acaban convirtiendo a los niños en proyectos o productos. Mocos y babas, sartén y fuego.
Fuente: www.petelove.com
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