“Las
habilidades emocionales se desarrollarán adecuadamente en los niños siempre y
cuando los padres aprendan a brindarles un espacio cálido y de escucha, con
reglas y límites claros”.
Las habilidades
socio-emocionales e inteligencia emocional son conceptos milenarios
re-identificados en la era moderna. Ya los antiguos griegos hablaban de esto,
llamando sofrosyne a la virtud consistente en “el cuidado y la
inteligencia en el gobierno de la propia vida”; los romanos y la iglesia
cristiana primitiva denominaban temperancia (templanza) a la capacidad
de contener el exceso emocional. Tal como los conocemos hoy, estos conceptos
fueron desarrollados a finales del siglo XX (década de los 90).
Las habilidades
socio-emocionales consisten en conocer, comprender, expresar y regular
las diversas emociones que experimentamos cotidianamente, ya sea de manera
individual o grupal.
Las habilidades
socio-emocionales son aquellas que nos permiten valorarnos a nosotros
mismos y aceptar nuestras características y las de los demás. Nos permiten
relacionarnos de manera adecuada con otras personas en términos de
comunicación, cooperación, trabajo en equipo, resolución de conflictos, etc.
La inteligencia
emocional es la capacidad de
manejar adecuadamente nuestras emociones.
La inteligencia
emocional es el conjunto de habilidades entre las que destacan: el
autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para
motivarse a uno mismo.
En distintos contextos ambos conceptos, HHSSEE
e inteligencia emocional pueden ser utilizados de manera equivalente.
Una persona
que carece de control sobre sus emociones negativas podría ser víctima de un
arrebato emocional que le impida concentrarse, recordar, aprender y tomar
decisiones con claridad. Según la directora de investigación de un reconocido
head hunter, “Los CEO son contratados por su capacidad intelectual y su
experiencia comercial y despedidos por su falta de inteligencia emocional”.
El precio que
puede llegar a pagar una empresa por la baja inteligencia emocional de su
personal es tan elevado, que fácilmente podría llevarla a la quiebra. En el
caso de la aeronáutica, se estima que el 80% de los accidentes aéreos responde
a errores del piloto. Según el Dr. Goleman (PHD en Psicología, Harvard
University): “El tiempo de los jefes competitivos y manipuladores, que
confundían la empresa con una selva, ha pasado a la historia. La nueva sociedad
requiere otro tipo de superior, cuyo liderazgo no radique en su capacidad para
controlar y someter a los otros, sino en su habilidad para persuadirlos y
encauzar la colaboración de todos hacia propósitos comunes.”
Hoy les lanzamos esta pregunta ¿Para qué
serviría que nuestros hijos desarrollen sus habilidades socio-emocionales?
Para poder identificar las emociones propias y las de los otros;
Para potenciar actitudes de respeto
y tolerancia hacia los demás;
Para comprender y regular sus impulsos y emociones;
Para aprender a tolerar la frustración y regular las propias
emociones;
Para desarrollar competencias
básicas para el equilibrio personal y la potenciación de la autoestima;
Para aprender a
comunicarse en forma asertiva, de manera particular con sus pares (reconociendo
los tres niveles de comunicación: pasiva-asertiva-agresiva);
Para aprender a evaluar las consecuencias de sus actos, asumiendo
su responsabilidad;
Para tener la oportunidad de ser
parte de un grupo nuevo de compañeros en donde puedan desarrollar sus
habilidades sociales, teniendo en cuenta
el respeto mutuo, los límites y el trabajo en equipo.
Y, pensando en su futuro, en un entorno
laboral de creciente profesionalización, en el que las personas son muy buenas
en labores específicas, pero ignoran el resto de tareas que conforman la cadena
de valor, sabemos que la productividad de nuestros hijos dependerá cada vez más
de la adecuada coordinación de sus esfuerzos individuales.
“Ni la naturaleza innata ni la influencia de la
temprana infancia constituyen determinantes irreversibles de nuestro destino
emocional.” (Goleman, 1995)
“La puerta
para la alfabetización emocional siempre está abierta y, así como a las
escuelas les corresponde suplir las deficiencias de la educación doméstica, las
empresas y los profesionales que quieran lograr el éxito en el entorno de
especialización y diversidad que caracteriza al mundo moderno deben tener
consciencia de sus emociones y dotarlas de inteligencia.” (Goleman, 2009)
Por Paolo Sammarco
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