lunes, 7 de diciembre de 2015
Tagged Under:
Por Lic. Úrsula Moreno
El nacimiento de un hermanito o hermanita en la familia, en definitiva, impacta en la vida de un infante, y por consiguiente, traerá para este pequeño una serie de pensamientos, emociones y consecuencias de las cuales no necesariamente será “consciente”. Muchas de las reacciones pueden ser las ya esperadas, variando en intensidad, y otras, podrían lograr conmocionar lo que tal vez uno como adulto finalmente espera que suceda. Con ello, me refiero a que lo comúnmente esperado va enmarcado dentro de las actitudes de celos, siendo que muchos de los padres revelan que por un lado, ven a su niño (o niña) contentos por la noticia, pero por otro, con reacciones que dan cuenta de estos sentimientos encontrados o incluso de la verbalización de los mismos, lo que da un matiz algo ambivalente a la conducta del niño (celos y amor al mismo tiempo).
Sin embargo, más allá de lo que comúnmente se revela y se conoce cuando adviene un nuevo ser en la familia, de lo que depende realmente es de la posición, del lugar que finalmente ocupará ese hermanito en la dinámica familiar, y cuando hablamos de dinámica familiar, se revela también el estatuto que los mismos padres le vayan a dar a ese nuevo miembro de la familia, siendo que desde allí parte la interpretación del niño, es decir, que posición le da este niño al recién llegado. Por otro lado, también se debe tener en cuenta que por separado, cada madre y cada padre dentro de la dinámica maneja sus propias expectativas, deseos y emociones para ese nuevo hijo, algo de lo que también el primogénito se mantendrá en alerta, sobre todo si más allá del impacto de tal noticia (la del embarazo y la llegaba del nuevo hermanito), algunos vínculos cambian, se transforman, se afianzan o por qué no, se debilitan.
Entonces, se reconoce que, de alguna manera la llegada de un hermano (a) es fuente de “conflicto”, pero adquirirá un cierto sentido también, según la edad del hermano mayor y ese lugar (ya mencionado) que le brinden los padres. Este pequeño ser, ingresa sin embargo, como una especie de “intruso”, lo que genera que el primogénito perciba que su puesto privilegiado y exclusivo se ha perdido, o al menos, dejará de ser igual, algo cambia, se moviliza, y esto produce una afección emocional. Adicionalmente a ello, como se mencionó líneas arriba, encontramos que estas reacciones ambivalentes reflejan algo como “quiero al bebé, pero a la par lo rechazo”, y, con el pasar del tiempo, identificamos muchas veces que las reacciones de celos ya no se encuentran solo en el mayor, sino que pueden ir cambiando y pasando hacia el lado del hijo menor, variando así los papeles. Este ejemplo a continuación ilustra lo último mencionado: tenemos a una madre de dos niñas, las cuales se llevan dos años de diferencia, la hija menor le dice a la madre lo siguiente: “tú solo quieres a mi hermana porque a mi nada me regalas y siempre me gritas”.
Y frente a todo este tipo de situaciones, muchas veces los padres se encuentran en la disyuntiva de buscar apoyo profesional, o simplemente dejarlo pasar, ya que viene a ser parte inherente de la relación entre hermanos y porque de algún modo, sabemos que el niño tiene que hacer notar su desagrado y dificultad para asimilar algo que vive como una sustitución. Finalmente, de lo que se trata es de mantenerse siempre alerta y pendiente del estado emocional de los hijos, ya que las reacciones y gradientes serán diferentes entre uno y otro niño, siendo que para algunos se volverá una situación sufriente permanente, y para otros, una etapa transitoria y que más adelante logrará ser superada. Es por ello importante que ante las dudas, y ante la observación de ciertas reacciones, comportamientos, expresiones que nos llamen la atención (reacciones psicosomáticas, regresiones o retrocesos ante logros vinculados al desarrollo y al auto-valimiento), o ante cierto despliegue de “síntomas” que se puedan manifestar tal vez en el entorno educativo (rivalidad y agresividad a pares, fuerte apego a la tutora, etc.), reconozcamos que existe un malestar que está haciéndose visible, un malestar que se instala en la subjetividad del niño, brindándoles además comprensión para luego pasar a analizar los eventos y ver si se hace necesaria la ayuda profesional, ya que esto no solamente afecta al niño, sino que también provoca preocupación en los propios padres.
¿Bienvenido hermanito?
Compártelo
Por Lic. Úrsula Moreno
El nacimiento de un hermanito o hermanita en la familia, en definitiva, impacta en la vida de un infante, y por consiguiente, traerá para este pequeño una serie de pensamientos, emociones y consecuencias de las cuales no necesariamente será “consciente”. Muchas de las reacciones pueden ser las ya esperadas, variando en intensidad, y otras, podrían lograr conmocionar lo que tal vez uno como adulto finalmente espera que suceda. Con ello, me refiero a que lo comúnmente esperado va enmarcado dentro de las actitudes de celos, siendo que muchos de los padres revelan que por un lado, ven a su niño (o niña) contentos por la noticia, pero por otro, con reacciones que dan cuenta de estos sentimientos encontrados o incluso de la verbalización de los mismos, lo que da un matiz algo ambivalente a la conducta del niño (celos y amor al mismo tiempo).
Sin embargo, más allá de lo que comúnmente se revela y se conoce cuando adviene un nuevo ser en la familia, de lo que depende realmente es de la posición, del lugar que finalmente ocupará ese hermanito en la dinámica familiar, y cuando hablamos de dinámica familiar, se revela también el estatuto que los mismos padres le vayan a dar a ese nuevo miembro de la familia, siendo que desde allí parte la interpretación del niño, es decir, que posición le da este niño al recién llegado. Por otro lado, también se debe tener en cuenta que por separado, cada madre y cada padre dentro de la dinámica maneja sus propias expectativas, deseos y emociones para ese nuevo hijo, algo de lo que también el primogénito se mantendrá en alerta, sobre todo si más allá del impacto de tal noticia (la del embarazo y la llegaba del nuevo hermanito), algunos vínculos cambian, se transforman, se afianzan o por qué no, se debilitan.
Entonces, se reconoce que, de alguna manera la llegada de un hermano (a) es fuente de “conflicto”, pero adquirirá un cierto sentido también, según la edad del hermano mayor y ese lugar (ya mencionado) que le brinden los padres. Este pequeño ser, ingresa sin embargo, como una especie de “intruso”, lo que genera que el primogénito perciba que su puesto privilegiado y exclusivo se ha perdido, o al menos, dejará de ser igual, algo cambia, se moviliza, y esto produce una afección emocional. Adicionalmente a ello, como se mencionó líneas arriba, encontramos que estas reacciones ambivalentes reflejan algo como “quiero al bebé, pero a la par lo rechazo”, y, con el pasar del tiempo, identificamos muchas veces que las reacciones de celos ya no se encuentran solo en el mayor, sino que pueden ir cambiando y pasando hacia el lado del hijo menor, variando así los papeles. Este ejemplo a continuación ilustra lo último mencionado: tenemos a una madre de dos niñas, las cuales se llevan dos años de diferencia, la hija menor le dice a la madre lo siguiente: “tú solo quieres a mi hermana porque a mi nada me regalas y siempre me gritas”.
Y frente a todo este tipo de situaciones, muchas veces los padres se encuentran en la disyuntiva de buscar apoyo profesional, o simplemente dejarlo pasar, ya que viene a ser parte inherente de la relación entre hermanos y porque de algún modo, sabemos que el niño tiene que hacer notar su desagrado y dificultad para asimilar algo que vive como una sustitución. Finalmente, de lo que se trata es de mantenerse siempre alerta y pendiente del estado emocional de los hijos, ya que las reacciones y gradientes serán diferentes entre uno y otro niño, siendo que para algunos se volverá una situación sufriente permanente, y para otros, una etapa transitoria y que más adelante logrará ser superada. Es por ello importante que ante las dudas, y ante la observación de ciertas reacciones, comportamientos, expresiones que nos llamen la atención (reacciones psicosomáticas, regresiones o retrocesos ante logros vinculados al desarrollo y al auto-valimiento), o ante cierto despliegue de “síntomas” que se puedan manifestar tal vez en el entorno educativo (rivalidad y agresividad a pares, fuerte apego a la tutora, etc.), reconozcamos que existe un malestar que está haciéndose visible, un malestar que se instala en la subjetividad del niño, brindándoles además comprensión para luego pasar a analizar los eventos y ver si se hace necesaria la ayuda profesional, ya que esto no solamente afecta al niño, sino que también provoca preocupación en los propios padres.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario