Sabemos que el mundo occidental ha sufrido numerosas transformaciones derivadas del progreso de una sociedad industrializada, tecnológica, y cada vez más competitiva y el Perú no está ajeno a esto. Este cambio, ha afectado el estilo de crianza de los niños, “el niño de ayer, ya no es el niño de hoy”, por lo que, “educar hoy es diferente”. Dentro de los cambios, tenemos un estilo de vida diferente caracterizado por la inmediatez, que incluye no poder esperar, presente también en el tipo de alimentación que rige en nuestra sociedad apresurada, las rutinas y buenos hábitos en los niños han desaparecido y por el contrario han aparecido niños con problemas en el sueño, que no se organizan en sus estudios, que tienen bajo rendimiento y/ o problemas de conducta o que no atienden en clase, niños soñadores, somnolientos o muy inquietos, algunos de ellos poco reflexivos y asertivos, niños sumergidos en ambientes de tensión y estrés. Esto ha originado, que muchos de ellos sean sometidos a una serie de tratamientos porque según refieren los padres, su niño es “desatento e inquieto en el colegio”, aunque algunos argumentan que ellos eran “iguales de pequeños”, otros en cambio se extrañan por las conductas observadas en sus pequeños, y no saben qué sucede. La escuela suele referir que lo encuentra distraído, inatento, inquieto, irritable, y no rinde como los demás compañeros, y que posiblemente se trate de un niño con “déficit de atención e hiperactividad”, por lo que recomiendan que participe en talleres de atención y concentración.
Ante este panorama, se piensa en
primer lugar, que la condición de niños que presentan Síndrome de déficit de
atención o SDA o SDAH, ha aumentado dramáticamente en los últimos años, entregándose cifras alarmantes. En realidad las cifras se mantienen
constantes, pero ha aumentado exponencialmente los casos de niños y
adolescentes que se “comportan como si
fuesen SDA/SDAH” sin serlo, mostrando similares dificultades académicas
como conductuales, es decir, “los que
están pero no son”. Estos millares de niños en nuestra sociedad, son
productos de los grandes quiebres sociales,
del avance de la tecnología pero,
que exige sensatez para ejercer sus
beneficios. A este grupo de niños cuyos padres y profesores solo ven la punta
del iceberg, (inquietud permanente, dificultad para focalizar la atención y
sostenerla, indisciplina, falta de respeto a la autoridad, etc) se les ha
atribuido el diagnóstico apresurado de SDA/H.
Nuestra
experiencia en consulta, nos indica que en muchos de estos niños el factor
ambiental adverso en el que se encuentran participa como verdaderas “neurotoxinas”, que desestabilizan la
delicada función prefrontal, provocando en ellos los “síntomas” propios de un
SDA. En algunos casos, la liberación excesiva de las sustancias químicas
mediadoras de la respuesta de ansiedad, con el consiguiente estado constante de
hiperalerta y de activación corporal,
impiden que el niño pueda concentrarse, trabajar en clase de modo interesado y
tranquilo y mostrarse empático y gentil. En otros casos, tenemos niños sobre
estimulados por la tecnología, quienes pasan horas frente al computador, y cuyos
mecanismos de autocontrol se pierden en clase debido al cansancio. En otro extremo, tenemos niños que están
constantemente intoxicados debido a los malos hábitos de vida:
sobreestimulación tecnológica, con altos grados de violencia familiar, exceso
en el consumo de comida chatarra, sedentarismo, ansiedad permanente, sobrepeso,
posiblemente por un desbalance de insulina, alteración del sueño
Por otro
lado, hay un grupo importante de
verdaderos niños con SDA Y SDAH que necesitan una evaluación más exhaustiva e integradora.
El filtro que derivará de un mayor rigor en el diagnóstico permitirá que se
identifiquen aquellos niños que efectivamente pertenecen al Espectro SDA/SDAH,
ofreciéndoles todas las medidas de apoyo que por derecho les corresponde. De ahí la importancia de delimitar entre los
verdaderos niños o adolescentes con SDA y lo pseudos SDA.
Recordemos
que para ser una verdadera persona con
SDA, el niño, adolescente o adulto debe cumplir una condición: presentar una dificultad real o permanente
para administrar los talentos cognitivos, la que puede ser casi inaparente o
muy notoria. Es decir, debe tener compromiso de la Función Ejecutiva, el
que se expresa en un desafío intelectual como dificultad para organizarse, planificar tiempos, monitorear cada paso, focalizar la
atención, mantener datos en la memoria para utilizarlos mientras se realiza la
actividad intelectual, cambiar rumbo de modo flexible si es necesario, trabajar
con la cabeza fría, sin perder el autocontrol emocional. Todo esto es consciente,
se autodirige, pero debe ocurrir sobre una plataforma no consciente en la cual
la autoregulación emocional es indispensable.
lerner y Gagliuffi
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