miércoles, 4 de marzo de 2015

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Ser Mamá

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“Me da una pena verlo llorar cuando me estoy yendo a trabajar…a escondidas me voy y me siento mal”.
 “Adoro cuando me abrazan, me besan…lo disfruto mucho!”
 “A veces me desespera y pierdo la paciencia y después me da pena haberlo hecho…pero es que me saca de mis casillas”
 “Estoy agotada por el trabajo y de verdad que llegar a seguir atendiendo…me cansa…no tengo tiempo para mí…”
“Qué emoción que esté aprendiendo tanto”
 “A veces me provoca comprarme algo y cuando me doy cuenta, termino comprándole a mi hija…”
“Me siento entrampada, quiero estudiar pero me siento culpable de ausentarme más horas”
“A veces tengo ganas de salir y otras de huir…me agobio”
 “A veces me pregunto, qué será de grande”

…Alegría, tristeza, preocupación, culpa, ilusión, angustia, frustración, miedo, cólera…
…¿Estará bien sentir cólera, frustración, culpa, miedo en el proceso de criar? ¿Estará bien aceptar que no se saber qué hacer? ¿No se es tan buena mamá por querer salir, por querer estudiar, por querer trabajar, por querer tener espacios sin los hijos? ¿Qué está bien sentir?...

Cuántas preguntas, cuántas dudas, cuántos sentimientos intensos rondan cuando se es madre.
Cuántos de ellos, a veces, pueden ser incomprendidos por ellas mismas y por los demás, por una sociedad en la que, aún la maternidad es idealizada y no vista también desde su otro lado, más real, en el que ambos coexisten.
El cuidar, el atender, el pensar, el amar, el sostener, el escuchar, el querer, el mirar, el criar a un hijo son un disfrute, pero también a su vez, la experiencia misma de ser madre resulta un proceso agotador, confuso y demandante, que implica postergación, renuncias, cambios y duelos, a los que las mujeres se confrontan cotidianamente.

Por lo que, resulta siendo todo un reto sostenerse para sostener a quien depende de ella, su hijo/a.
La experiencia de haber sido hija, el modelo de madre tenido, lo incorporado de esa experiencia de modo consciente e inconsciente, crean también una atmósfera particular y surgen nuevamente, cuestionamientos o afirmaciones: “…eso de mi mamá me gustó pero también otras cosas no…” “…no quiero ser con mi hijo como mi mamá lo fue conmigo…”.

Esa búsqueda de identidad propia como madre resulta una constante. Pero a eso se suma, los diferentes roles en los que se desempeña como mujer (profesional, académico, vida personal) en una sociedad donde el nivel de competitividad puede exigirle mayores horas fuera del hogar, mayores horas de comunicación a través de la tecnología y donde terceros cumplen un rol de acompañamiento en tanto la madre no está.
Tras conversar con muchas mamás -amigas, vecinas, mamás de pacientes, pacientes, familiares, etc- evidencio que emerge angustia, preocupación y culpa de no saber aún cómo lidiar con los sentimientos ambivalentes que surgen: del querer estar y no querer estar, del querer atender y del querer descansar, del qué priorizar, del cómo administrar los tiempos, del tener que multiplicarse y el temor de no saber si lo que se hace, se hace bien.

La publicidad que idealiza, la sociedad que puede a veces ser muy crítica e incisiva respecto a lo que espera del rol materno desde tiempo atrás, aunado a una propia historia, a la raíz de la que se parte, a la percepción y existencia de un presente que se vive (con pareja, sin pareja, con apoyo, con trabajo, etc) crean una atmósfera de afectos, expectativas, deseos que a veces pueden no conciliar, no sintonizar.

Me pregunto ¿esas ambivalencias son permitidas de sentir?
Cuán válido son los sentimientos y deseos que emergen y cuán importante es la presencia de un entorno que acompañe, que escuche, que entienda que no resulta sencillo, sentir, hacer y postergar lo que también se desea.

Mientras seamos cada vez más conscientes y aceptemos la coexistencia de sentimientos contradictorios, podremos tener una mirada no sólo más real e integradora del ser mamás sino que además nos permitirá disfrutar más de la experiencia misma.

lerner y Gagliuffi

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