viernes, 10 de junio de 2016

Los Miedos en los Niños



En el niño “tener miedos” forma parte de su desarrollo y aparecen alrededor de los 3 años hasta los 6 años, en una etapa en la que no es capaz de separar lo que es real de lo imaginario.

Algunos miedos le enseñaran a ser precavido pero otros pueden ser perjudiciales para su desarrollo y en este caso los padres deben desarrollar estrategias para ayudarlo a superarlos.

Los miedos van cambiando según como va creciendo y también aparecen y desaparecen. Es importante saber que siempre el niño los tendrá y formarán parte de su entendimiento del mundo.

Uno de los miedos frecuentes es el “miedo al abandono” que se pone en evidencia cuando el niño inicia la etapa de escolaridad o ante la separación de los padres. Otros miedos frecuentes son a la oscuridad, a los ruidos fuertes, a las personas extrañas o a la muerte.

Ante los miedos de su hijo los padres deben trasmitirle tranquilidad, hablándole con mucho cariño acerca de lo que siente y de lo que tiene miedo, ayudándolo a entender lo que le sucede, teniendo una actitud de comprensión ante lo que le pasa.

Las historias de fantasmas o de brujas pueden generar miedos y será necesario decirles que son personajes de cuentos y películas, por ejemplo.

Lo más importante será no ignorar los miedos de su hijo, se le debe ayudar a enfrentarlos con los recursos que posee para que no se sienta perdido y se sienta fortalecido sabiendo que no está solo para enfrentarlos.

Cuando de jugar se trata



Todos los niños del mundo juegan. 

Las áreas del desempeño ocupacional en la infancia son: juego, ocio y tiempo libre, descanso y sueño, educación, la participación social y las actividades básicas de la vida diaria (AVD). De todas ellas la más significativa en la infancia es el juego, considerado como eje principal de los aprendizajes y el desarrollo; además en el juego los niños invierten la mayor parte de su tiempo por lo que se podría decir que el juego es la razón de ser de la infancia.

Se ha visto que el desarrollo del juego en sí mismo es de poco interés tanto de los padres, cuidadores e incluso maestros, puesto que su desarrollo se supone de forma “natural”, por lo que el que se dé o no, o la manera de cómo se dé, no ha sido de real preocupación, salvo esté significativamente restringido el interés del que juega. A veces se presta mayor atención a las dificultades que puedan presentarse en otras áreas como en su autonomía al realizar sus actividades de la vida diaria, tales como alimentarse y vestirse, actividades escolares como dificultades en la escritura, prestar atención en el aula o relacionarse con sus pares de manera adecuada, entre otras. El terapeuta ocupacional que trabaja con niños, es quien ve las áreas de desempeño ocupacional en la infancia y tiene en cuenta todos los aspectos que puedan estar influyendo en cada una de dichas áreas. Para lograr la plena participación utilizará el juego, ya que éste es considerado la ocupación más significativa en la infancia, encargado de los aprendizajes y el desarrollo en la niñez.

Si bien el niño y su juego han ido evolucionando, puesto que con la aparición de la tecnología han surgido también nuevas formas de juego; no podemos dejar de cuestionar en función a su iniciación en éstos y en el tiempo de permanencia en los mismos versus a la necesidad de adquirir destrezas y habilidades motoras, cognitivas y sociales acordes a la edad, las que pueden permitirle lograr su autonomía, proporcionada en la realización del juego no tecnológico. 

A través del juego el niño puede adquirir diferentes destrezas como:

Cognitivas, de ideación y planeamiento, al seleccionar los objetos para realizar un juego y darles una determinada función, al establecer las reglas de juego. 

Sensoriales perceptuales al distribuir los materiales en sus respectivos lugares que ellos le han designado según lo consideren. 

Comunicación y sociales al respetar las opiniones de sus compañeros, respetar los turnos, ponerse de acuerdo en la planificación. 

Motoras se observan en la ejecución, al desplazarse en el espacio y movilizar los elementos del entorno. 

En el juego simbólico el niño desarrolla esa capacidad de ponerse en el lugar del otro.

Entonces se puede decir que es a través del juego que los niños y los bebés aprenden y a su vez pueden adquirir nuevas habilidades y perfeccionar otras adquiriendo amistades, practicando así sus roles sociales.

Estos últimos años, las familias viven en espacios reducidos donde los niños no tienen la oportunidad de desplazarse y movilizar indumentaria para llevar a cabo la creatividad; además del riesgo en que se ha convertido el poder salir a un parque y la falta de tiempo familiar conllevan a la sobre protección de los niños restringiendo determinados roles que deberían de estar desempeñando anteponiendo el rol escolar a cualquier otro. 

Si los niños naturalmente se encuentran motivados a jugar y prefieren explorar sus ambientes y crear situaciones de juego entonces el restringir o delimitar esta área de desempeño sin considerar las características propias que conllevan el realizar el juego pueden estar interfiriendo en desarrollar sus demás roles ocupacionales. 

Las investigaciones han demostrado que los niños que juegan pueden lograr un mayor rendimiento en las escuelas y además se ha visto que los adultos que han jugado de niños y son capaces de equilibrar sus demás áreas de desempeño con la del juego, lo pasan mejor; entonces es tiempo de darle la importancia que realmente amerita al tiempo de juego que conlleve a ese disfrute, donde puedan fluir todos aquellos aspectos que sólo se da cuando es realizado con aquella motivación intrínseca y no a imposición de una tarea.

Lic. Marleni Román Chipana
Terapeuta Ocupacional

Especialista en Integración Sensorial
Maestría en Problemas de aprendizaje

lunes, 23 de mayo de 2016

Mi hijo ingresó al colegio y ahora.... ¿qué sigue?




Una de las decisiones más importantes de un padre es la elección del colegio al que va a asistir nuestro hijo. Volcamos nuestros deseo y expectativas en lo que queremos respecto al nivel académico, al nivel de idiomas, al nivel social, y la calidad humana que queremos que alcance nuestro pequeño, en su crecimiento personal, durante los 12 años aproximados en los que estará dentro del colegio. Muchas veces un primer indicador para la elección del colegio es la simpatía que tenemos hacia cierto estilo educativo, o buscamos que entre al colegio al que siempre quisimos asistir nosotros. Sin embargo, es importante enfocarnos en las características propias de nuestros hijos y analizar qué sistema educativo se acomodará a las necesidades de nuestros pequeños, y en cuál colegio nuestro hijo se sentirá cómodo y podrá mostrar todo su potencial, pese a que muchas veces el colegio adecuado se aleje en cierta medida de lo que nosotros buscábamos o pensábamos que era mejor para él.
Nos reunimos con el director (a); luego de unos días nos informan que nuestro pequeño ha sido admitido en el colegio; se nos vienen una serie de inquietudes y dudas a la mente como ¿qué sigue? ¿Cómo puedo hacer para que le guste el colegio? ¿le aviso que entró al colegio o solo llevo?. Estas y otras preguntas son aspectos importantes que es necesario pensar y abordar, pero finalmente la pregunta es ¿cómo hacer para que mi hijo pueda adaptarse a la dinámica del colegio?
Como se sabe en la actualidad no se evalúa a un niño pequeño para permitir o no su ingreso a la escuela, sin embargo, sí es importante conocer cómo es que se encuentra en términos de habilidades y a nivel interno para poder ayudarlo y orientar a las familias en pro del bienestar de nuestro hijo. Dado esto, algunos colegios han optado como medida, una vez que el niño ya ha ingresado al colegio, realizar una "clase modelo", donde pueda analizarse cómo es que está llegando el niño antes de empezar clases, cómo podemos ayudarlo y si el sistema propiciará la potenciación de sus capacidades o no lo beneficiará, teniendo finalmente los padres la oportunidad de conocer cómo es que se encuentra su pequeño y poder tomar una decisión con la retroalimentación que se dé luego. Así, es necesario considerar este tipo de experiencias como una oportunidad real para poder conocer desde otra perspectiva a nuestro hijo, y es una oportunidad para que el pequeño pueda ir conociendo el lugar donde estudiará y la dinámica a la que se tendrá que ir adaptando a lo largo de su vida escolar.
Ahora, respondiendo específicamente al último punto, es necesario que nuestro pequeño conozca el colegio al que asistirá. Así, es recomendable que podamos acompañar al niño a algunas visitas a las instalaciones en las que estudiará, con el fin de que este espacio sea considerado familiar y conocido para él. Otro aspecto que puede ayudar, es que el niño pueda conocer previamente a la profesora que le enseñará, esto permitirá que el pequeño pueda acudir de una forma segura a esta persona cuando lo necesite.
Una vez que empiezan las clases... ¿Qué hacer? Es recomendable que mínimo uno de los padres pueda acompañar al niño al ingreso al colegio y pueda recogerlo. Así, tanto la entrada como la salida del pequeño tienen que darse de forma puntual. El niño tiene que saber que lo dejarán en el salón, que se quedará algunas horas y que luego lo recogerás. Dado esto, es necesario que el padre se despida del niño una vez que lo deja y que no "desaparezca" cuando el pequeño esté distraído. Al respecto, una cosa es llorar algunos minutos por la tristeza de que papá o mamá se van y que lo van a extrañar (llanto esperable), y otra cosa es llorar por angustia, por no saber qué fue lo que sucedió y si van a volver por él o no (llanto difícil de ser calmado, genera desconfianza e inseguridad, por lo que probablemente no querrá volver en días posteriores y pondrá excusas). Si es difícil sostener que alguno de los padres pueda llevarlo o recogerlo, buscar que una figura familiar y de entera confianza lo haga.
Otro aspecto que puede ayudar, es que se realice un horario con el pequeño, donde pueda estar especificado, claramente las actividades que tiene que realizar en el día (incluido el colegio) Así, una rutina clara genera orden y estructura, aspectos sumamente relevantes en la vida de toda persona. Para hacerlo, es necesario que tanto el adulto como el pequeño puedan sentarse y elaborarlo, el padre escribirá los aspectos formales y el niño podrá realizar algún dibujo alusivo, esto con el fin de que pueda apropiarse de lo que está indicado en el horario y no sea simplemente una anotación externa. Es recomendable que el horario sea colocado en un lugar visible y donde pase la mayor parte del tiempo, de manera que se pueda acudir a él cada vez que sea necesario y así organizar al niño.
Un tercer aspecto es incluir al niño en la elaboración de la lonchera, que nos acompañe a comprar lo que irá dentro de ella y que él lo sepa. Asimismo, es importante que participe en el orden y cuidado de su mochila, donde él la lleve. Estos puntos ayudarán al niño a que se vaya generando en él un sentido de responsabilidad.
Un último aspecto que se podría considerar es el de incluir a otros niños y padres en actividades familiares los fines de semana, donde se puedan encontrar en el parque y realizar juego y diferentes dinámicas. También se pueden invitar a los niños a casa en compañía de mamá o papá, para que interactúe con nuestro hijo y nosotros también conocer a los padres y compañeros de nuestros hijos.
Finalmente es importante considerar que cada niño tiene su propio proceso de adaptación y que es importante en este con calma y seguridad, logrando también diferenciar cuándo es que la situación implica angustia o mucho temor, de manera que se pueda pedir ayuda o se amerite una intervención especializada para nuestro pequeños, así como orientación para nosotros como papás.


Lic. Carla Muscari Ognio

lunes, 7 de diciembre de 2015

¿Bienvenido hermanito?



Por Lic. Úrsula Moreno

El nacimiento de un hermanito o hermanita en la familia, en definitiva, impacta en la vida de un infante, y por consiguiente, traerá para este pequeño una serie de pensamientos, emociones y consecuencias de las cuales no necesariamente será “consciente”. Muchas de las reacciones pueden ser las ya esperadas, variando en intensidad, y otras, podrían lograr conmocionar lo que tal vez uno como adulto finalmente espera que suceda. Con ello, me refiero a que lo comúnmente esperado va enmarcado dentro de las actitudes de celos, siendo que muchos de los padres revelan que por un lado, ven a su niño (o niña) contentos por la noticia, pero por otro, con reacciones que dan cuenta de estos sentimientos encontrados o incluso de la verbalización de los mismos, lo que da un matiz algo ambivalente a la conducta del niño (celos y amor al mismo tiempo).

Sin embargo, más allá de lo que comúnmente se revela y se conoce cuando adviene un nuevo ser en la familia, de lo que depende realmente es de la posición, del lugar que finalmente ocupará ese hermanito en la dinámica familiar, y cuando hablamos de dinámica familiar, se revela también el estatuto que los mismos padres le vayan a dar a ese nuevo miembro de la familia, siendo que desde allí parte la interpretación del niño, es decir, que posición le da este niño al recién llegado. Por otro lado, también se debe tener en cuenta que por separado, cada madre y cada padre dentro de la dinámica maneja sus propias expectativas, deseos y emociones para ese nuevo hijo, algo de lo que también el primogénito se mantendrá en alerta, sobre todo si más allá del impacto de tal noticia (la del embarazo y la llegaba del nuevo hermanito), algunos vínculos cambian, se transforman, se afianzan o por qué no, se debilitan.

Entonces, se reconoce que, de alguna manera la llegada de un hermano (a) es fuente de “conflicto”, pero adquirirá un cierto sentido también, según la edad del hermano mayor y ese lugar (ya mencionado) que le brinden los padres. Este pequeño ser, ingresa sin embargo, como una especie de “intruso”, lo que genera que el primogénito perciba que su puesto privilegiado y exclusivo se ha perdido, o al menos, dejará de ser igual, algo cambia, se moviliza, y esto produce una afección emocional. Adicionalmente a ello, como se mencionó líneas arriba, encontramos que estas reacciones ambivalentes reflejan algo como “quiero al bebé, pero a la par lo rechazo”, y, con el pasar del tiempo, identificamos muchas veces que las reacciones de celos ya no se encuentran solo en el mayor, sino que pueden ir cambiando y pasando hacia el lado del hijo menor, variando así los papeles. Este ejemplo a continuación ilustra lo último mencionado: tenemos a una madre de dos niñas, las cuales se llevan dos años de diferencia, la hija menor le dice a la madre lo siguiente: “tú solo quieres a mi hermana porque a mi nada me regalas y siempre me gritas”.



Y frente a todo este tipo de situaciones, muchas veces los padres se encuentran en la disyuntiva de buscar apoyo profesional, o simplemente dejarlo pasar, ya que viene a ser parte inherente de la relación entre hermanos y porque de algún modo, sabemos que el niño tiene que hacer notar su desagrado y dificultad para asimilar algo que vive como una sustitución. Finalmente, de lo que se trata es de mantenerse siempre alerta y pendiente del estado emocional de los hijos, ya que las reacciones y gradientes serán diferentes entre uno y otro niño, siendo que para algunos se volverá una situación sufriente permanente, y para otros, una etapa transitoria y que más adelante logrará ser superada. Es por ello importante que ante las dudas, y ante la observación de ciertas reacciones, comportamientos, expresiones que nos llamen la atención (reacciones psicosomáticas, regresiones o retrocesos ante logros vinculados al desarrollo y al auto-valimiento), o ante cierto despliegue de “síntomas” que se puedan manifestar tal vez en el entorno educativo (rivalidad y agresividad a pares, fuerte apego a la tutora, etc.), reconozcamos que existe un malestar que está haciéndose visible, un malestar que se instala en la subjetividad del niño, brindándoles además comprensión para luego pasar a analizar los eventos y ver si se hace necesaria la ayuda profesional, ya que esto no solamente afecta al niño, sino que también provoca preocupación en los propios padres.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Niños con Trastorno del Procesamiento Sensorial (TPS)



Se estima que en casos de niños con un Trastorno del Procesamiento Sensorial (TPS) las alteraciones visuales pueden representar entre el 70 y el 80% de los niños, estas alteraciones visuales pueden afectar de muchas formas. Según la teoría que ha sido propuesta por diversos especialistas, estaríamos hablando de un problema relacionado con una respuesta inadecuada del sistema vestibular-visual, relacionada con un mal procesamiento del sistema central de visión.
Si hablamos de niños con autismo, debemos entender cómo ellos ven. Es decir, su forma de usar la visión, tanto a nivel focal como periférica. El niño con autismo puede presentar cierta predilección por la visión de tipo focal, es habitual verlos cómo toman un objeto y lo miran fijamente, grabando todos y cada uno de los detalles del mismo, fijándose en pequeños detalles que para cualquier otra persona pueden pasar desapercibidos. Pero sin embargo, parecen no poder procesar adecuadamente una visión general de una habitación. Deben hacer un barrido zona por zona de la habitación para poder reconocer y procesar la información visual que están recibiendo. Sería algo así como ver a través de un tubo. La visión espacial del conjunto les genera mucha confusión e incapacidad de poder reconocer adecuadamente lo que el niño ve.
Los problemas de procesamiento visual pueden provocar cambios posturales, que condicionan al niño en el caminar, ya que la coordinación visual es importante para un desarrollo correcto del caminar. El propio balanceo del niño puede ser otro síntoma, muchas veces ellos usan el balanceo para conseguir una orientación espacial, de forma que pueda crear una sensación de profundidad visual.
Por  una parte tenemos los aspectos de la coordinación cuerpo, movimiento y espacio, esta coordinación infiere directamente en aspectos relacionados con el caminar, al existir esta alteración el niño necesita forzar el movimiento para poder hiperestimular su aspecto físico y que pueda tener una adecuación espacial. A partir de este momento el niño motivado por esta disfunción desarrolla sus sentidos de forma diferente, usa su visión como un modelo primario de obtención de información ambiental, pero como un sistema selectivo de recepción de datos en la forma del procesamiento y adquisición.

Por ejemplo, los otros estímulos procedentes de los sentidos pasan a un segundo plano, siendo el procesamiento visual el sentido predominante sobre los demás, dejando de trabajar éstos de forma coordinada. Hemos visto que en los niños con ceguera la carencia de visión hace que deba potenciar el resto de sus sentidos de forma coordinada para poder tener esa “ubicación”, en el niño con autismo sucede lo contrario. Incluso, su modelo de pensamiento es dirigido por el modelo focal de visión, el resto de sus sensaciones pasan a un segundo plano, inclusive éstas pueden saturar el modelo de pensamiento visual del niño, los problemas auditivos son muy habituales. Pero a su vez, todo el componente motor se ve comprometido, y tenemos cuadros muy habituales de torpeza motora, de necesidad de estimulación física (aleteos, balanceos), hipotonía (debido también a un inadecuado desarrollo motor entre otras cosas), caminar de puntillas.


Sabemos que el niño con autismo mira a la boca y no ve el rostro completo cuando alguien le habla, tiene un problema de reconocimiento facial de las emociones, y a su vez presenta ausencia o retraso en la adquisición del lenguaje, en la interpretación de las emociones o el desarrollo de habilidades sociales, no imita por que no “ve”, es incapaz de procesar los estímulos visuales de la forma adecuada. Generalmente las personas usan los estímulos visuales para tomar decisiones, comprender las situaciones, recordar escenas y decidir las conductas, pero si nuestro sistema de procesamiento visual no es el correcto, nuestro desarrollo social tampoco lo va a ser. Estos problemas pueden afectar de forma directa a muchas de las acciones diarias como por ejemplo: prestar atención, al ser el estímulo visual “inexistente” no se capta la atención del niño; demasiada atención en determinados objetos, los toca, los gira, la sensación táctil parece guiar la visión focal del niño; inadecuado contacto visual, parece mirar a través de las personas y/o objetos, en vez de mirar directamente; inapropiado uso de la visión global, hace barridos sin realmente ver el conjunto espacial que le rodea, el niño entra en una habitación y va directamente por algo, como si en la habitación no existiese nada más; deficiente ubicación espacial; problemas en la imitación, al no ser capaz de ver la escena completa no es capaz de entenderla, procesarla, retenerla y por tanto no la reproduce.

Esta descoordinación sensorial afecta a muchos niveles: en niños con Asperger, Autismo de Alto Funcionamiento o Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) puede influir negativamente en el desarrollo de la lectoescritura, la comprensión lectora, la comprensión del lenguaje (no pueden escuchar y ver al mismo tiempo), aspectos de coordinación visual (deporte, escritura, entre otros) e incluso influir en el desarrollo de la comprensión de normas sociales. En niños con autismo puede afectar al desarrollo global de las habilidades del desarrollo, que van desde aspectos motrices, lenguaje, atención.

Referencias: Daniel Comin / Autismo diario.

martes, 10 de noviembre de 2015

Un ser querido ha fallecido, ahora ¿cómo se lo explico a mi hijo?




Hablar sobre la muerte definitivamente genera angustia, dolor y hasta rechazo puesto que no es fácil  asumir que un ser querido ya no volverá a estar entre nosotros; esto podría hacerse aún más complicado si tenemos que comunicar esta sensible noticia a los más pequeños de la casa debido a que muchas veces no estamos preparados para contestar y calmar sus dudas e inquietudes: ¿a dónde se ha ido? ¿por qué me dejó? ¿cuándo va a volver? ¿se ha ido porque ya no me quiere? etc.

Cuando esto sucede nosotros como adultos nos confrontamos también con una serie de cuestionamientos sobre el devenir de la vida y muchas veces no sabemos cómo reaccionar o qué responder optando, en ocasiones, por dar respuestas muy generales o ambiguas, que en vez de calmar la angustia podría incrementarla. Por ejemplo, algunos padres utilizan expresiones como  se ha ido lejos o está durmiendo, tratando con ello de apaciguar el dolor, pero esto no hace más que generar desconcierto en los niños porque sin querer se les induce a sentir miedo de irse a dormir, o cuando alguien se va lejos.

Según Lyness (2012), se debe de considerar que lo que los niños pueden entender sobre la muerte depende en gran medida de su edad, sus experiencias vitales y su personalidad. Pero, para el autor, algunas cuestiones importantes deben tenerse en cuenta en todos los casos:

1. Explicar la muerte con un lenguaje que el niño pueda entender: sea honesto con su hijo y aliéntelo a que haga preguntas. Cree un clima de confianza y apertura, y transmítale el mensaje de que no hay una manera correcta ni equivocada de sentirse.

Recuerde que hasta los 5 o 6 años la imagen que tienen los niños del mundo es muy literal, por tanto, deberá explicarles la muerte utilizando un lenguaje muy concreto (por ejemplo, explicarles que el cuerpo de esa persona ya no funcionaba y que los médicos no han podido arreglarlo).

Entre los 6 y los 10 años, los niños empiezan a comprender que la muerte es algo definitivo; a menudo, a esta edad, los niños imaginan la muerte personificándola y piensan en ella como un fantasma o un esqueleto. Pueden entender mejor si se les da explicaciones precisas, simples, claras y honestas sobre lo que ha ocurrido.
Cuando los niños entran en la adolescencia, empiezan a entender que todos los seres humanos finalmente mueren, independientemente de su categoría, su comportamiento, sus deseos o lo que sea que intenten hacer. A medida que evolucione la comprensión de la muerte de sus hijos adolescentes, de manera natural surgirán en ellos preguntas sobre la mortalidad y la vulnerabilidad.
 2. El duelo: ¿Es correcto llevar a los niños a los funerales? Según Lyness (2012) va a depender de usted y de su hijo(a). Es bueno dejar que los niños participen en cualquier ritual de duelo, si ellos quieren hacerlo. Antes que nada, explíqueles lo que ocurre en un funeral o entierro y ofrézcales la posibilidad de que ellos decidan si quieren ir. Hábleles sobre sus creencias sobre la muerte y explíqueles el sentido de los rituales de duelo que realicen usted y su familia.
 A muchos padres les preocupa que sus hijos sean testigos de su dolor y su tristeza, que los vean llorar una muerte. No tema por ello, si le permite a su hijo(a) ver su dolor, le estará enseñando que llorar es una reacción natural ante el dolor emocional y la pérdida. Y puede hacer que los niños se sientan más cómodos cuando expresen sus propios sentimientos. Pero también es importante transmitirles que por muy triste que usted se sienta, seguirá siendo capaz de cuidar a su familia y de hacer que su hijo(a) se sienta seguro.
 3. Si se necesita más ayuda: A medida que los niños aprenden cómo enfrentar la muerte de un ser querido, necesitan que se les deje espacio, que se les comprenda y se les trate con paciencia para que puedan expresar la pena a su manera.
 Es posible que ellos no muestren la pena de la manera en que lo haría un adulto. Un niño pequeño tal vez no llore, o tal vez reaccione a la noticia portándose mal o con hiperactividad. Un adolescente quizá se muestre enojado y se sienta más cómodo sincerándose con sus amigos.
Sin embargo, esté pendiente de si sus hijos muestran algún signo de que necesitan ayuda para hacer frente a la pérdida. Si el comportamiento de su hijo(a) cambia radicalmente -por ejemplo, si su hijo normalmente es un niño sociable que se entiende fácilmente con la gente y de golpe se muestra enfadado, reservado o demasiado ansioso; o si en la escuela pasa de sacar buenas notas a sacar claramente malas notas- busque ayuda. Puede consultar con un médico, con el psicólogo de la escuela o con alguna organización que ofrezca atención psicológica para que les oriente y le aconseje. 


 Fuente: Lyness,D. (2012). Cómo ayudar a su hijo a enfrentar la muerte de un ser querido. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Implicancias de la lactancia materna en el apego entre madre y bebe




La lactancia materna está recomendada tanto por la Organización Mundial de la Salud como por la Unicef como el alimento exclusivo de los recién nacidos hasta los seis meses, y como complemento de los alimentos al menos hasta los primeros dos años del niño.

Además recomiendan y apoyan la lactancia prolongada en niños mayores de dos. Sin embargo eso es algo que todavía cuesta ser aceptado en la sociedad, si bien se sabe que es un acto que puede resultar beneficioso tanto para el hijo como para la madre, las personas suelen sorprenderse al ver niños mayores de 2 años tomando pecho, y muchos consideran que es algo que “no está bien” o que deberían hacerlo en la intimidad ya que incomoda al resto.
Los estudios relacionados con la prevalencia de la lactancia materna exclusiva (LME) en diferentes regiones del mundo, ponen al descubierto que aun se está muy distante del propósito propuesto por la OMS. Muchas veces, cuando se indaga con las madres acerca de la lactancia del niño afloran algunos problemas, por ejemplo, manifiestan que ésta no fue posible por razones laborales, otras alegan razones de tipo personal, es decir, lo estético y lo físico, otras por disminución en la cantidad de leche y lentitud en el crecimiento y ganancia de peso del niño, otras por desinformación por parte de los trabajadores de la salud, la era moderna de la alimentación artificial, entre otras causas. Por otra parte, las presiones sociales, la mala interpretación de que el niño no se llena con el pecho, el desconocimiento del incuestionable valor de la leche natural como alimento exclusivo, las lleva a la introducción temprana de alimentos inadecuados para la edad, lo cual implica riesgo para la salud y el desarrollo del niño (Fernández, 2014).
Se debe de considerar que las características nutricionales de la leche humana aseguran un crecimiento armónico, el bienestar psíquico y una buena estimulación del lenguaje en las edades tempranas, si se administra como único nutriente y a libre demanda, durante los primeros seis meses de vida (Fernández, 2014).
 Asimismo, diferentes investigaciones refieren que las ventajas para la salud del bebé son:
  1. Contiene más de 200 agentes inmunológicos que la ciencia no puede reproducir
  2. Se digiere fácilmente y proporciona, en su justa medida, los nutrientes, vitaminas, proteínas, grasas esenciales que necesita el bebé para desarrollarse física y neurológicamente.
  3. Contiene calostro, el cual es un alimento que con alto valor nutritivo y le proporciona anticuerpos necesarios.
  4. Favorece un desarrollo óptimo del cerebro y del sistema nervioso, mejorando la capacidad intelectual y la agudeza visual.
  5. Protege al niño de posibles alergias; reduce el índice de enfermedades graves y las probabilidades de que se enferme.
  6. La succión contribuye a un mejor desarrollo de la estructura bucal, ayudando al crecimiento de dientes sanos y disminuye el riesgo de caries.
  7. Presenta menos casos de diarrea, otitis, infecciones gastrointestinales así como infecciones de las vías respiratorias.
  8. Se ha visto una menor incidencia de muerte súbita.

Las ventajas de darle pecho al recién nacido no son exclusivas para el bebé, la madre también se ve beneficiada:
  1. Se reduce la depresión post parto, ya que la lactancia produce y libera oxitocina, que puede ayudar a que las mamás se relajen y se sientan menos estresadas.
  2. Se facilita la recuperación física del parto.
  3. Disminuye las posibilidades de que la madre desarrolle un cáncer de mama, lo cual está estrechamente relacionado con la duración del periodo de lactancia.
  4. Algunos estudios también muestran una disminución de las probabilidades de padecer cáncer de útero y de ovarios.
  5. A largo plazo, también puede fortalecer los huesos y reducir el riesgo de padecer osteoporosis ya que después del destete, la densidad de los huesos de las mamás vuelve a los niveles previos al embarazo o incluso a un nivel superior.
  6. Quemarás más calorías y te será más fácil perder los kilos ganados durante el la gestación.
  7. También ayuda a que el útero recupere su tamaño normal y reduce las hemorragias que puedas padecer después del parto.

Es importante considerar que una serie de estudios han mostrado que el estado de ánimo de la madre influye en la forma en que brota la leche, por ello, es aconsejable rodearse de un ambiente tranquilo, agradable, cálido y sin tensiones (Oliva, 2015).
Sin embargo, más allá de los beneficios nutritivos o de salud que puede presentar la lactancia exclusiva y prolongada, los principales organismos de la niñez resaltan la importancia del contacto entre madre e hijo durante amamantamiento.
Con respecto a ello, Oliva (2015) menciona que la lactancia es uno de los aspectos vitales para el desarrollo de un niño sano, significa un momento íntimo, de comunicación y unión entre la madre y su hijo. A través de ésta el bebe puede percibir la voz, el olor y el latido cardiaco de la madre; estas sensaciones lo reconfortarán y lo harán sentir tranquilo y seguro.
Asimismo, Juez (2015) refiere que la lactancia materna es la forma natural de alimentación y contribuye con mayor efectividad al desarrollo físico, emocional, intelectual y psicosocial del niño/a, proporcionándole nutrientes en calidad y cantidad adecuados para el crecimiento y desarrollo de sus órganos, especialmente el sistema nervioso, según las necesidades específicas de cada niño o niña. Ofrece múltiples beneficios biopsicosociales y la prolongación de este proceso es una medida eficiente, económicamente viable y de gran beneficio humano para la madre, su hijo o hija y el padre, enriqueciendo la vida familiar y la sociedad, de allí la existencia de leyes que protegen la lactancia en varios países del mundo.
De esta manera, el contacto físico del niño/a con la madre durante el amamantamiento es una instancia privilegiada, que permite organizar armónicamente sus patrones sensoriales y gratifica profundamente sus sentidos. Se ha demostrado que los niños y niñas amamantados/as presentan mayor agudeza sensorial (gusto, olfato, tacto, visión, audición) que los alimentados con biberón y fórmula. Este espacio de mayor interacción entre madre e hijo/a influye en su desarrollo psicomotor e impacta significativamente en su desarrollo emocional. Un niño/a amamantado/a tiene mayor oportunidad de sentir confianza y cariño de su cuidador principal, elementos muy relevantes para aprender a querer y confiar en los demás.



Fuentes:

Fernández-Brizuela E. Promoción de la lactancia materna exclusiva: una necesidad permanente. Medisur [revista en Internet]. 2014 [citado 2014 May 29]; 12(2):[aprox. 3 p.]. Disponible en: http://www.medisur.sld.cu/index.php/medisur/article/view/2737
Juez, G. (2015). Las ventajas de la lactancia materna. En: Crece Contigo – Chile. Disponible en: http://www.crececontigo.gob.cl/adultos/columnas/las-ventajas-de-la-lactancia-materna-dra-gabriela-juez-garcia-medico-pediatra-neonatologa/
Oliva, D. (2015).Lactancia materna permite un mayor apego entre madre y bebé.
En Salud 180. El estilo de vida saludable. Disponible en: http://www.salud180.com/maternidad-e-infancia/lactancia-materna-permite-un-mayor-apego-entre-madre-y-bebe

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